Las personas de Misión Juventud
somos una Comunidad en la Iglesia Católica,
Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo…

Creemos que esta Comunidad
es convocada y congregada en la Eucaristía
como una familia viva;
suscitada por el Espíritu de Cristo-Jesús
y confirmada por la Iglesia…

En la Iglesia de Jesús,
que aparece ante nosotros con sus grandes luces y sombras,
por la acción del Espíritu Santo
queremos ser levadura del Reino, portadores. de esperanza,
especialmente entre los jóvenes no creyentes.

Abiertos a la colaboración con todo el Pueblo de Dios
y con todos los hombres de buena voluntad,
sin diluir nunca nuestra propia identidad
y enriqueciéndola constantemente
mediante el dialogo sincero y paciente.

(De las Constituciones de la
Comunidad Misión-Juventud).

Aprobado en la Asamblea General de Sigüenza (Guadalajara). Agosto, 1992

Nuestra pertenencia a la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios

  1. La Misión Juventud se define como »Comunidad en la Iglesia Católica, Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo», y de ella recibe su misión (Constituciones nº 1, 27 y 28).

Al afirmar nuestra fe en Jesús y su Evangelio, renovamos nuestra pertenencia a su Iglesia, a la vez Misterio-sacramento de Jesucristo y realidad humana. Es mediadora entre Dios y la Humanidad. Y damos razón de esta pertenencia ante el interrogante que sobre la iglesia de hoy se hacen muchas personas y sobre la mayoría de los jóvenes

Reconociendo con humildad nuestras contradicciones pretendemos vivir nuestro propio carisma como la mejor aportación a la reforma de la institución que, a veces, pierde el espíritu y aparece cargada de adherencias históricas, rígida, aliada con el poder y la riqueza o reproduciendo las pautas dominantes en la sociedad. Pero aun así, queremos buscar una comunión creativa en el seno de la Iglesia con sus luces y sus sombras (Const. nº 34)

  1. La referencia obligada para nosotros, como para la Iglesia de hoy, es el Concilio Vaticano ll cuando la define como:

»El nuevo Pueblo de Dios que tiene por cabeza, a Cristo;
por suerte, la dignidad y libertad de los hijos de Dios; por
ley, el mandato del amor; y como fin, la dilatación de su
Reino».
(Const. sobre la Iglesia nº 9).

La Iglesia es, pues, Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Comunidad en el Espíritu. Comunidad en la que, por la fracción del pan, todos quedamos hechos miembros de su cuerpo y cada uno es miembro del otro (1 Cor. 12, 27; Rom. 1 2,5).

Queremos empezar por ser dignos de este nuevo Pueblo de Dios convirtiéndonos constantemente, en el seguimiento de Jesús, a ese modo de vivir en el que no se reconozca otro absoluto que no sea Dios y cada hombre con la dignidad de hijo suyo. Queremos sentirnos Iglesia desde la experiencia del amor Dios como fraternidad unida y para que éste pueda llegar especialmente a los jóvenes necesitados y que nada saben de El.

  1. Invocamos a la Virgen María como Madre de Jesús y figura de la Iglesia (Const. sobre la Iglesia, cap. Vlll) para que sepamos cooperar, como Ella, en el misterio de la Redención (Const. nº 42).

Hacia una Iglesia más evangélica

  1. La Iglesia de Jesús la formamos los bautizados convocados a seguirle personalmente y a reproducir comunitariamente los rasgos evangélicos que la definen, «de modo que Jesús sea el hermano mayor de una familia de hermanos» (Vat. II)

La iglesia de hoy no puede ser la idealizada que se nos describe en los Hechos de los Apóstoles (Hech. 2,42-47), por razón de la evolución histórica de la humanidad, pero queremos contribuir, con la fuerza del Espíritu, a una Iglesia cada vez más evangélica, en en el mundo de hoy.

  1. El primer rasgo que descubrimos en el Evangelio es el de una iglesia pobre y humilde (Mt. 5,1-12), con la confianza puesta en Dios y no en el poder humano y los medios abundantes.

Y así queremos que sea nuestra Comunidad frente al afán de predominio de unos sobre otros, los privilegios, el pragmatismo, el dinero, y el modo de vivir consumista.

  1. Una Iglesia más al servicio de los pobres, al lado de los despreciados por la Sociedad materialmente desarrollada: débiles, parados, marginados, emigrantes, tercer mundo,…

«La Comunidad Misión-Juventud está comprometida a actuar siempre y de modo preferente, cerca de la juventud social, humana y religiosamente más necesitada de promoción» (Const. 51)

  1. Iglesia solidaria con todos los hombres de todas las razas, pueblos y religiones; ecuménica; que lucha contra las injusticias, las desigualdades y la indigencia; abierta la diversidad y el pluralismo. Una Iglesia más inclinada a compartir que a conservar.

Como fraternidad nos es posible ser escuela de solidaridad entre nosotros y con todos aquellos que nos rodean, abiertos a la colaboración con todos los hombres de buena voluntad a favor de los Derechos Humanos y de la Naturaleza creada por Dios. Comprometidos, desde nuestros ambientes, a construir un mundo en paz, más justo y humano.

  1. Una Iglesia comunitaria, donde todos los creyentes puedan participar en las responsabilidades, y donde es más importante la Comunión de amor en el Espíritu que la ley y los ritos. Lo institucional en la Iglesia debe estar al servicio de su condición carismática.

Deseamos y esperamos en justicia, que se abra pasó la corriente de igualdad entre el hombre y la mujer, fundamentada en esa igual dignidad de hijos de Dios.

Cómo comunidad nos es posible ser escuela de un nuevo tipo de relaciones, donde la gratuidad, el estar disponible y la corresponsabilidad, son signos del Reino, en un mundo marcado por el individualismo y las relaciones interesadas.

  1. Ministerial, de funcionamiento democrático, dónde hay diversidad de funciones y servicios para el bien común. Una iglesia que se constituye a partir de la fundamental dignidad e igualdad de todos los miembros del pueblo de Dios, recibida en el Sacramento del Bautismo. Por él, somos todos pueblo sacerdotal, mediador entre Dios y los hombres, en el que seglares, sacerdotes y religiosos, se complementan en su función específica.

Resaltamos que el acceso de la mujer a las funciones ministeriales y a la constitución jerárquica de la Iglesia, además de tantos otros modos de aportación, qué enriquecerá sobremanera el caminar del Pueblo de Dios en medio del mundo.

«La Comunidad Misión-Juventud se sitúa dentro de la Iglesia, desde los diversos estados y situaciones de vida de sus miembros (matrimonios, jóvenes, solteros, célibes y sacerdotes), reunidos en el nombre del Señor, buscando integrarse en el mundo y en la sociedad, en Amor y en Verdad, al servicio del Reino de Dios» (Const. 27-28).

  1. Una iglesia que ora y celebra. Qué ora acogiendo con sencillez la Palabra de Dios e intenta unir en lo cotidiano la fe con la vida, compartiendo la vida de Dios y la de los hombres. Qué celebra con alegría y esperanza la victoria de la vida sobre la muerte en la Resurrección de Jesucristo.

La comunidad, inserta en una sociedad que hace un dios del desarrollo técnico y del bienestar material, se siente llamada en sus miembros, a vivir conscientemente el problema y misterio del hombre, su ser trascendente, y a aportar con su presencia en los ambientes familiar, educativo, laboral, de relación, etc. (Credo sobre el «Hombre» nº 10 al 14)

Lo expresamos con los ritmos de oración y celebración personal, comunitaria y eclesial, que nos posibilitan ser cada día más contemplativos en la acción y en la vida diaria (Const. nº 40 y 44).

  1. Iglesia misionera, evangelizadora y profética, anunciadora del Reino de Dios entre los hombres.

Partiendo del conocimiento y presencia en la realidad que Jesús asumió con su encarnación, la Iglesia tiene la misión profética de anunciar que es posible la conversión personal y el cambio social, tanto de ambientes como de estructura, hacia una realidad más según Dios. Empezando, ella misma, por descubrir en los humildes y marginados, en los débiles y pobres, el rostro de Dios en Jesús.

En una iglesia multisecular y a la vez siempre joven, nuestra Comunidad siente la peculiar llamada a la Misión entre los jóvenes, en mutua interacción, y en lo que se refiere a sus problemas reales, actuando siempre y de modo preferente, cerca de la juventud social, humana y religiosamente más necesitada de promoción (Vid. Const. capitulo V)

Avanzar en comunión eclesial creativa

  1. Según todo lo expuesto, nuestra comunión eclesial quiere ser creativa. Queremos avanzar en sentirnos Iglesia desarrollando estas tres actitudes:
  • El alegre reconocimiento de ser llamados a esta comunidad dentro del pueblo de Dios;
  • La humildad que nos aleje tanto te la cerrazon en sí misma cuánto del triunfalismo;
  • El dinamismo operante y creativo fruto de nuestra respuesta a la llamada evangélica.
  1. La primera responsabilidad para esta comunión eclesial está en el crecimiento y desarrollo de la misma Misión-Juventud, según el carisma recibido en la Iglesia.

Como base sólida creemos que podemos acrecentar en los miembros la personalización de la fe, mediante una espiritualidad que, cómo seglares, integra y unifica el quehacer y el sentido de la vida en el seguimiento de Jesús.

Nos comprometemos en la realización de una iglesia comunitaria, ministerial y orante, construyendo la Comunidad a través de los servicios concretos de coordinación, formación, animación Juvenil y animación espiritual (Const. nº 12-18)

Como posibilidad de lo anterior consideramos necesaria una imprescindible formación humana y personalizada, catecumenal y teológica, bíblica y experiencial, para la vida y para la misión. Particular importancia para esta formación del miembro tiene el tiempo de incorporación (Const. nº 62).

  1. En las zonas de implantación, la comunidad establece y mantiene el debido y vivo contacto con las respectivas iglesias locales, con sus representantes y con diversas parroquias, comunidades, movimientos e instituciones en general.

Es importante valorar, con discernimiento, la posibilidad de participar y cooperar en las actividades y manifestaciones eclesiales de acuerdo con las Constituciones y este Credo.

  1. Cómo más específico, Misión-Juventud participa en la Pastoral juvenil, según el carisma propio, en la forma y medida que proceda y con el debido respeto y prudencia (Const. nº 53)

La Misión

  1. La Comunidad y sus miembros participan en la Misión del Pueblo de Dios, la extensión del Reino, «continuando, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quién vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido» (Vaticano II, Const. sobre la Iglesia en el mundo, Introducción).
  1. Cómo realización propia de la Comunidad, nos comprometemos en la construcción de una Iglesia humilde y al servicio de los pobres, solidaria y misionera, a través de su proyección de vida en el mundo, de su presencia educativa en los ambientes juveniles y de acciones específicas, tal como se detalla en Constituciones (números 46 a 53).
  1. Por su carácter seglar la proyección de vida se realiza con el desempeño de las tareas temporales de sus miembros llevadas a cabo con espíritu evangélico.

En el empeño de un mundo más según Dios, más humano, justo y pacífico, presentes como estamos en ambientes seculares y pluralistas, en una sociedad en crisis de los colectivismos y del egoísmo capitalista, la tarea social queda abierta a nuestro actuar como creyentes, conscientes de las consecuencias para la vida social del mensaje de Cristo.

Queremos qué una renovada Ética social de la Iglesia ilumine nuestra inserción en el dinamismo histórico y los nuevos desafíos de la pobreza y el subdesarrollo.

  1. La comunidad, como integrante de la Iglesia universal, está comprometida en la preocupación por la juventud de los países que luchan contra la pobreza, el hambre, la ignorancia, las enfermedades, la opresión y el neocolonialismo económico.

Conscientes de qué tal preocupación comienza por reconocer que nuestra riqueza es la causa de su pobreza, nos exige el cambio personal, comunitario y estructural de los pueblos desarrollados del Norte.

  1. Considerando los tres niveles del Proyecto educativo que ofrecemos a los jóvenes (Const. nº 52):
  • La Comunidad crea actividades o colabora en tareas orientadas a la juventud marginada, conflictiva, abandonada. Contribuyendo a su liberación con el despertar de su dignidad e identidad de personas.
  • Igualmente contribuye a la formación – confesional o no- de grupos de crecimiento personal y solidario, monitores, animadores, catequistas, equipos de voluntariado y orientadores juveniles.
  • Fomenta la educación en la fe sobre las bases sólidas de una humanización y personalización de la vida cristiana. Colabora en la Pastoral juvenil de la Iglesia y orienta a aquellos jóvenes que se sienten llamados a «convertirse en los primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes… En el medio social en que viven» (Decreto del Vaticano II sobre Apostolado seglar nº 12)