27. Las personas de Misión-juventud somos una Comunidad en la Iglesia Católica, Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo.

Cada uno de sus miembros buscamos integrarnos en el mundo y la sociedad en Amor y en Verdad, desde la experiencia de Fe tanto personal como comunitaria en Jesucristo, el Señor. Y al mismo tiempo, desde el servicio a la juventud y con los jóvenes en mutua ayuda e interacción.

28. Creemos que esta Comunidad es convocada y congregada en la Eucaristía como una familia viva; suscitada por el Espíritu de Cristo-Jesús y confirmada por la Iglesia.

De esta manera, todos nosotros, desde diversos estados y si­tuaciones de vida: matrimonios, jóvenes, solteros, célibes y sa­cerdotes, reunidos en el Nombre del Señor, somos constitui­dos por su presencia en una fraternidad al servicio del Reino de Dios.

29. La complementariedad y armonía básicas entre los que com­ponemos esta familia, la experimentamos como una riqueza: el resultado de querer que cada uno realice aquello que es inte­grante de su ser y vocación personal y comunitaria.

Abiertos a la sorpresa del Espíritu Santo que congrega a perso­nas diferentes sin que previamente se hayan elegido, el amor fraterno que El despierta y libera en el corazón de las personas concretas nos lleva a desarrollar el don de Dios que cada uno es y a reconocer positivamente el de cada hermano.

30. La Comunidad se expresa ante sí misma y ante los demás inte­grándose en el reconocimiento de que Jesús de Nazaret es el núcleo de la existencia personal y comunitaria.

En torno a El y bajo la atracción profunda de su Espíritu, el miembro avanza. con sus luces y sombras hacia la plena madu­rez de su personalidad creyente, en constante inter-relación con Dios, los hermanos, la juventud y el mundo.

31. En la Comunidad queremos servir a la juventud y con los jóve­nes desde los problemas reales que experimentan y experi­mentamos.

No queremos ser arrogantes, sino humildes: contemplativos de aquellos con quienes compartimos la existencia, creyentes o no, que muchas veces nos asombran con sus valores de vida y capacidad de respuesta, y nos despiertan a la fraternidad sin fronteras y a la sencillez de actitudes y planteamientos; sobre todo, en aquellas zonas y barrios deprimidos en los que la Co­munidad está presente en su vida y misión.

32. En la Comunidad pretendemos vivir la común vocación de construir un mundo para la mujer y el hombre: el mundo de la persona. Mujeres y hombres nuevos, desde la originalidad de cada uno, en la esperanza de una nueva humanidad: la del Reino de Dios.

Queremos que cada persona logre la gratificante experiencia de su desarrollo integral en comunión con los otros, alimen­tando la pasión de la unidad entre otros.