Sentido

Todo trabajo (peonaje, técnico, hogar, educación, agrícola, inves­tigación, artístico, etc.), con igual dignidad, es participación en la obra de la Creación. En él, todo hombre debe sentirse creativo y transfor­mador permanente de la naturaleza y sus riquezas, incluido él mismo. De ahí que sea un derecho del hombre.

Es además, una necesidad y un deber pastoral y social. Mediante él, la persona se realiza, se siente viva, y presta un servicio útil para la comu­nidad humana. Es también un medio de relación y convivencia humanas. Educa al hombre para el esfuerzo, le abre a valores como el compañe­rismo, la reponsabilidad, el valor de las cosas y de los otros.

Pero en la realidad se da una mezcla de fuerzas de las cuales unas construyen al hombre y otras lo destruyen. Para muchos, desarrollarse, sentirse útiles en el trabajo, es casi imposible. Se necesita de él sólo para sobrevivir; se le ve como un elemento perturbador de la persona, la fa­milia y las relaciones humanas; el dinero, el prestigio y la posición social se convierten en sus principales motivaciones.

Relaciones laborales.

Las relaciones en el campo del trabajo deberían ser horizontales, no verticales; montadas sobre la colaboración e igualdad, deberían po­tenciar personas autónomas. El hombre vale por sí mismo, no por lo que hace.

        En concreto:

–     En su organización, el trabajo debe estar a favor de la persona y de la sociedad, nunca del capital.

–    Los dirigentes cumplirían funciones de coordinación y no de do­minio y explotación.

–     Las empresas, instituciones y servicios deben caminar hacia fór­mulas de autogestión u otras más justas, donde sean todos los que allí trabajan los que elaboren las condiciones de trabajo, haciendo de ellas un medio donde desarrollar valores, un lugar en el que el hombre se sienta participante.    

Denuncia-cambio

realidad que nos encontramos es que el hombre vive el trabajo como una carga, sin interés ni esfuerzo por crear; llega a hacer una valo­ración injusta de su labor y de su propia persona. El trabajo lo reduce, lo discrimina, lo endurece: lo aliena. La postura positiva frente a todo esto es el deseo de denuncia y lucha para cambiarlo.

Vemos que esta denuncia y lucha abarca:

– Horarios adecuados para que la persona pueda desarrollar otras dimensiones: cultura, familia, amistades, ocio.

–     Retribuciones justas, evitando las diferencias, sin que los bene­ficios enriquezcan a unos pocos.

–     El grave problema del paro, primer empleo, falta de estabilidad, que generan unas secuelas de individualismo contra las que de­bemos luchar en niveles muy concretos.

–    El cambio de mentalidad y estructuras, de manera que nunca la lucha se agote en las reivindicaciones materiales.

–    Actitudes personales, como: competencia profesional, servicio, creatividad, honradez en medio de las contradicciones, clima hu­mano de relación…