Bases

Al proclamar la igual dignidad de todos los hombres por naturaleza, por el hecho mismo de ser persona, sin excepción ni distinción de ningún género y desde su misma concepción, afirmamos también la fraternidad universal como base que debe regir las relaciones humanas.

Y mucho más aún, al saber por la fe que el hombre es «imagen y semejanza de Dios» y además hijo suyo y hermano y amigo de jesús, el hijo de Dios vivo.

El hombre, ser a la vez personal y social, orientado simultáneamente hacia sí mismo y hacia los demás, necesita de modo imperativo y vital establecer positivamente relaciones humanas.

Relaciones en los grupos naturales

Nace en el seno de una familia, incapaz de sobrevivir por sí mismo. El amor, la convivencia en paz y seguridad, la subsistencia, la educación realizadora y abierta y el apoyo mutuo, deben caracterizar las relaciones padres-hijos y entre los hermanos.

El proceso educativo y de relación humana crece y se completa desde la guardería y la escuela hasta el trabajo, donde va aprendiendo la convivencia social, la amistad y el compañerismo, que le unen de modo concreto a los que comparten con él los mismos esfuerzos y alegrías.

Pero es en la juventud y madurez, con la vida social y de relación, cuando se vive la amistad y la comunicación en grupo, perdurables si se basan en la valoración y aceptación del otro y el respeto a su libertad.

Búsquedas y rechazos

Buscamos el acercamiento hacia la unidad entre todos los hombres y los muy diversos grupos sociales. Por ello rechazamos la educación clasista que fomenta la división entre hombre y entre grupos sociales y que impide las relaciones humanas abiertas a todos, al engendrar el des­conocimiento, la indiferencia, el desprecio, el rechazo y el odio entre los que no gozan de los mismos privilegios o son de la misma clase o cul­tura socioeconómica.

Por lo mismo rehusamos también toda ideología clasista y sistema social que favorezca la división de los hombres por clanes familiares, de posición económica o función social y profesional.

El afán desmedido de dinero, de poder y dominio, de prestigio, la competencia, los convencionalismos y condicionamientos sociales, el egoísmo y el interés conducen a relaciones deshumanizadoras.

Creemos en las relaciones humanas basadas en el ser y el dar y no en el tener y la utilización de unos por otros. Sólo aquéllas son personaliza-doras, leales, acogedoras, abiertas, respetuosas y sinceras.

La Comunidad, escuela de relación

Misión-juventud quiere vivir y extender un nuevo sistema de rela­ciones humanas basadas en la actitud de acogida, escucha y aceptación y cuyas características sean la sencillez y naturalidad, la sinceridad y transparencia.

El diálogo y la comunicación entre los hermanos, deseado y buscado, debe llegara ser tan profundo que deje traslucir actitudes y sentimientos, facilitando en su momento la corrección fraterna.

La comprensión y la solidaridad con el hermano deben acentuarse en los momentos difíciles.

La amistad, como predilección y selección en las relaciones perso­nales, es deseable entre los hermanos, pero debe ser la especial frater­nidad universal que crea el «nosotros» y da testimonio de Jesús el signo de relación que nos caracterice: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos».

La Comunidad y los hermanos, que hacen una opción preferencial por el pueblo y los humildes, estimará siempre como norma evangélica la relación y predilección por los hijos del pueblo y de los pobres.

Relación con los jóvenes

Nuestra vocación y carisma suponen una peculiar sensibilidad para la relación y comunicación con el joven; una simpatía básica y universal hacia el joven y todos los jóvenes que da lugar a una actitud de acogida, de escucha y de servicio a la vez que se manifiesta en la disponibilidad de nuestro tiempo, saber y recursos personales y comunitarios frente a los problemas y necesidades reales de los jóvenes.

Pero esta actitud comprensiva y paciente se ha de conjugar con la receptiva, ya que la relación nos enriquece con la transferencia mutua de valores y la captación de la cambiante novedad y variedad de los jó­venes.

El reconocimiento vital de la igual dignidad de todos los hombres y del deseo de la fraternidad universal hace del hombre un hermano y un amigo para el hombre según el mensaje de Jesús, y por ello estas dos características deben marcar nuestro encuentro y relación fraterna con los jóvenes.

Las casas de la comunidad —abiertas— deben constituir lugares de encuentro entre los hermanos y con los jóvenes.